Hola a todos! Feliz Tiempo de Adviento!
Al acercarse el tiempo que denominamos "navidad" y comenzar a ver las
luces que parpadean en las casas, saltamos todos a decorar y celebrar
lo que se conoce como la más grande de todas las celebraciones
alrededor del mundo "la navidad".
Sin embargo, la gran mayoría de las personas olvida el verdadero
significado destrás de los regalos, las luces y el famoso arbolito.
Es tiempo de Adviento! este pasado Domingo 26 de Noviembre la Iglesia
inició la celebración del tiempo de Adviento. Adviento proviene del
latín "adventus" que significa venida, llegada. El sentido de esta
celebración litúrgica es avivar en los corazones de los creyentes la
esperanza en la venida de nuestro Señor Jesucristo. La celebración
termina el 24 de Diciembre, con especial incapié en la semana
comprendida entre el 17 y el 24 de Diciembre conocida como Semana
Santa de la Navidad.
Cada año nuestras casas son bellamente adornadas e intercambiamos
regalos con aquellas personas a quienes amamos. Sin embargo, estamos
adornando bellamente nuestros corazones también? cada día nos
acordamos de a quién estamos a punto de recibir? el cumpleaños de
quién estamos celebrando?
Los invito a leer este bellísimo escrito del Padre Cipriano Sánchez
relativo al Adviento, a su significado y al papel que juega la
celebración de ésta época para todos los que creen en el Señor. Del
mismo modo los invito a recordar que esta fecha celebramos el
nacimiento de nuestro señor Jesucristo, sin embargo si no dejamos que
él nazca en nuestros corazones la celebración ha sido vacía.
Qué sus corazones sean tocados durante el adviento y lleven con fé a
sus vidas, a sus familias, el mensaje de esperanza que el nacimiento
de nuestro Señor Jesucristo trae consigo.
El Adviento, tiempo de esperanza
Autor: P. Cipriano Sánchez
Cada tiempo, en el ciclo litúrgico de la Iglesia, tiene una
peculiaridad. Y así como la Pascua habla de la alegría por la victoria
de Jesucristo, y la Cuaresma del esfuerzo y de la purificación
sacrificada que hay que ir realizando en la propia vida para poder
llegar a Cristo, el Adviento se convierte para los cristianos en un
tiempo de levantar los ojos de cara a la promesa que Nuestro Señor
hace a su Iglesia de estar con nosotros. El Adviento es la preparación
de la venida del "Emmanuel", es el tiempo del cumplimiento de la
promesa de Dios.
El Adviento está tocado, de una forma muy particular, por la
característica de la esperanza. La esperanza como virtud que sostiene
al alma, que consuela al ser humano. Teniendo en cuenta este sentido
esperanzador del Adviento, creo que cada uno de nosotros tendría que
reflexionar sobre el tema de lo que es la esperanza en su vida.
Cuántos desánimos, cuántas fragilidades, cuántas decepciones, cuántas
caídas y cuántos momentos de rendirse a la hora del trabajo
espiritual, apostólico y familiar no tienen otra fuente más que la
falta de esperanza. La falta de esperanza es fruto de una falta de
fortaleza que, al mismo tiempo, es el resultado de la carencia de
perspectivas de cara al futuro, que es lo acaba por hundir al alma en
sí misma y le impide mirar hacia el futuro, mirar hacia Dios.
Ahora bien, la esperanza tiene dos facetas que debemos considerar de
cara al Adviento. Hay una primera, que es una faceta de dinamismo. La
esperanza empuja, porque es como quien ve la meta y ya no se preocupa
de si está cansado o no, de si las piernas le duelen o no, ni de la
distancia a la que viene el otro detrás. Sabe hacia dónde se dirige,
tiene una meta presente y corre hacia ella.
La esperanza es algo semejante a cuando uno está perdido en el campo,
y de pronto ve en la lejanía un punto que reconoce: un árbol, una
casa, una parte del camino; entonces, ya no le importa por dónde tiene
que ir atravesando, lo único que le interesa es llegar al lugar que
reconoce. La esperanza es algo que te sostiene y te permite seguir
adelante sin preocuparte de las dificultades que hay en el camino.
La segunda faceta de la esperanza es la purificación, que produce un
efecto correctivo y transformador en la persona. La esperanza, al
mostrarme el objeto al cual tiendo, me muestra también lo que me falta
para lograr alcanzarlo. Por eso la esperanza se convierte no en una
especie de resignación o de ganas de hacer algo, sino en un fermento
dentro del alma.
Si Cristo es mi esperanza, ¿qué me falta para alcanzarlo? Si la
armonía de mi familia es mi esperanza, ¿qué me falta para conseguirla?
Si mi hijo necesita que yo le dé este o aquel testimonio, ¿qué me
falta para podérselo dar? La esperanza se convierte en aguijón, en
resorte dentro del alma para que uno pueda llegar a obtener lo que
espera.
Es necesario que en nuestras vidas existan estas dos dimensiones de la
esperanza: la dimensión dinámica y la dimensión de la purificación. Si
nada más te quedas en el sostenerte, nunca te vas a transformar, nunca
vas a llegar. Y si nada más te quedas en el transformarte, al ver lo
duro, lo difícil y lo áspero de esta transformación, puedes caer en la
desesperanza.
Aprendamos, entonces, a vivir en este tiempo de Adviento con la mirada
dirigida hacia Cristo, que es el objeto de nuestra fe. Pidámosle al
Señor que nos permita encontrarlo y recibirlo, y que nos otorgue la
gracia de sostener nuestro corazón en el arduo trabajo diario de
santificación.
Les invito a que con la esperanza como virtud central en este tiempo
de Adviento, podamos repetir lo que dice el salmo 26: "El Señor es mi
luz y mi salvación, ¿a quién voy a tenerle miedo? El Señor es la
defensa de mi vida, ¿quién podrá hacerme temblar?".
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