Que lindo era ser niña...sin preocupaciones y con un mundo sin dolor. Muchas veces cuando paso un mal dia y quiero algo que me anime mucho me como unas galletitas con queso de esas que vienen con el quesito para que lo untes en un lado y un palito rojo con el cual puedes untarlo por arriba de las cuatro galletitas.
Por qué me da tanto placer y me anima tanto comer esto? pues dicen por ahí que recordar es vivir y yo me transporto a cuando tenia 7 u 8 años. Recuerdo que todos los días mi Papá nos llevaba al colegio a mi hermana y a mí, vivíamos en ciudad nueva y estábamos en el colegio Montessori que estaba ubicado en la Dr. Delgado esquina Independencia. Mi Papá no tenía carro y nos íbamos caminando, recuerdo que atravezábamos el Parque Independencia tomadas de la mano de mi Papá y recorríamos toda la independencia, hay veces cuando había menos tiempo mi Papá tomaba un atajo y nos íbamos por una calle que pasa por detrás de Telemicro, que en esa época era el Cine Independencia (donde vi mi primera película, la Guerra de las Galaxias).
Pues bien, hoy en día recorro ese trayecto en vehículo y me lo encuentro tan largo que todavía me sorprendo de cómo era que lo hacíamos todas las mañanas sin cansarnos. Pues bien, después de adulta me he dado cuenta de los miles de trucos que mi Papá utilizaba para que mi hermana y yo recorrieramos el camino al colegio todos los días sin quejarnos (debo admitir que mi tierna edad lo hacia mas sencillo porque si lo hago ahora con la terrible forma física en la que me encuentro fácil que me encuentran por pedazos). Recuerdo que íbamos por el camino jugando "cepillo" a ver quien podía acumular más carros vistos, también que Papi nos preguntaba la tabla de multiplicar...no en orden,sino salteada para ver si acertábamos, o nos iba preguntando adivinanzas recuerdo una que era "Agua pasó por mi puerta...cate de mi corazón...vamos a ver si adivinas lo que dice la oración".
Como esos había miles de ocurrencias que mi hermana y yo disfrutábamos cada mañana. Sin embargo, detrás de todo este artilugio de ocurrencias existía un "premio" por así decirlo. En aquella época, donde el tratado de libre comercio no había hechos nuestros supermercados una copia de Walmart, en la Dirección del Colegio Montessori vendían esas galleticas con queso que les mencioné antes y tambien unos potecitos con forma de fresa, naranja o limón que venían llenos de un polvito azucarado para hacer juguitos. Todos los días, no solo llevábamos la lonchera con nuestra merienda, sino que a la ganadora Papi le daba dinero para comprar las famosas galleticas como primer premio y a la otra le daba dinero para comprar las frutitas como segundo premio...así que ahí teníamos nuestro incentivo. De ese modo, caminando por la Avenida Independencia creció entre nosotras y mi padre una relación de amor y respeto tan sólida como esos árboles que bordean el que un día fue nuestro camino, cuya sombra fue cómplice de nuestros juegos y en cuyas hojas se quedaron enredados algunos de los recuerdos más preciados de nuestra niñez.
Esos recuerdos, forman hoy en día parte muy importante de lo que soy y como adulta he aprendido a valorar todo lo que nuestros padres hicieron por nosotras, el amor incondicional, la entrega total y lo más importante su tremendo compromiso para con nuestra educación y estabilidad emocional. En nuestro mundo actual tan lleno de padres desatentos que ven a sus hijos como una carga, yo me pregunto: Qué ha pasado con esa generación de padres que disfrutaba viendo a sus hijos sonreir?, qué ha pasado con aquellos padres que veían en los éxitos de sus hijos sus propias victorias?, qué ha pasado con aquellos padres que te hacían sentir protegido? por qué se han esfumado?
Será qué en nuestro afán de darles más cosas materiales le hemos quitado lo que si es verdaderamente valioso?, será que hemos perdido el enfoque y ahora pensamos que es mejor que el niño te vea menos horas al dia pero que pueda llegar en Jeepeta al colegio?....sabes...hoy en día yo no cambiaría esos viajes por la Ave. Independencia por nada en el mundo y si tuviese que volver a vivir escogería exactamente los mismos padres y los mismos viajes al colegio.
Espero que el día que sea bendecida con un hijo pueda proporcionarle recuerdos de niñez llenos de amor, de valores y enseñanzas...quiero darle eso...prefiero que se sienta feliz comiendo unas galletitas con queso a la edad de 33 años porque le trae a su memoria buenos recuerdos de su niñez y no enseñarle que su felicidad está en las cosas materiales. Porque al final, amigos míos lo material es perecedero...pero en mí esos recuerdos durarán por siempre y nadie nunca podrá quitármelos.
Comentarios
Aún más bello es recordarlo porque asimismo estamos viviendo también.
Saludos,
Gracias por compartirlo.
De verdad, muchas gracias