Anoche mientras dormías yo observaba en silencio tu pequeño pecho subir y bajar ritmicamente. Eran las 3 am y estábamos ambas exhaustas, tu de pelear con el sueño y yo de tratar de calmarte. Sin embargo, aunque todo mi cuerpo gritaba que aprovechara al máximo cada minuto de sueño disponible no pude resistirme a quedarme allí mirando cada parte de tu cuerpo en detalle. Tus bracitos regordetes, tus piernitas redonditas y tu carita de ángel. Talvez sabías que te miraba porque de cuando en vez esbozabas una sonrisa que me derretía el corazón.
Fue tan larga la espera para tenerte...tan ansiado este momento que hay veces como esta noche cuando me cuesta creer que eres una realidad y que estas aquí con nosotros. Todavía no puedo evitar llorar cada vez que doy gracias a Dios por tí, no puedo evitar dejarme llevar de ese sentimiento tan sobrecogedor que se apodera de mí. Extraño aquella relación que teníamos...tan cerca una de la otra que estabamos fundidas en un abrazo que duró nueve meses...las 38 semanas más inolvidables de toda mi vida.
Verte feliz, saludable y creciendo son motivo de gozo y regocijo para nosotros. Pero para mí que soy tu madre duele aceptar que ya no estás dentro de mí, que no puedo librar tus batallas, que no puedo evitarte la tristeza...si tan solo pudiera tomar cada uno de tus retos y vivirlos por tí lo hiciera...pero entonces te estaría privando del reto mismo de vivir.
Y me doy cuenta al verte dormir que la vida me ha cambiado para siempre. Que aquel 18 de Octubre no solo naciste tú sino que mi vida comenzó de nuevo, que no existe nada más importante, que aquellas noches que pasé en vela mientras la inferilidad me hacía llorar ya no importan más, que el dolor de espalda, la acidez o los vómitos del embarazo parecen un precio tan pequeño de pagar ante la grandeza de tu existencia en nuestra vidas.
Se mojan mis ojos al pensar que un día podrás caminar, soltarás mi mano y te enfrentarás al mundo, que un día dirás mamá y mi mundo se detendrá como se detuvo aquella vez que me pateaste por primera vez el vientre. Lloro al pensar lo orgulloso que hubiese estado tu abuelo Manuel al verte, como hubiesen brillado sus ojos con alegría incontenible cuando le apretaras el dedo por primera vez. No puedo evitar pensar lo feliz y loco que se hubiese vuelto tio Faco contigo, que ya tuvieramos miles de fotos que hubiese tirado con su cámara. No puedo evitar y llorar por la grandeza de tu llegada, por la alegría que representas para aquellos que aún estamos aqui en esta tierra y podemos disfrutarte y por el gozo que representas para aquellos que ya no están aquí pero que si pueden verte.
Son las 3 am. y mientras dormías descubro que he comenzado a vivir de nuevo. Que quisiera no tener que dormir y perderme de tí un solo minuto. Mientras dormías te miraba y me daba cuenta de que tanto nos amó Dios para entregar a un hijo porque ahora puedo experimentar el amor de un padre hacia un hijo...se cuanto debemos haberle importando para que entregara a Jesús, lo viera sufrir su calvario solo por nosotros. Mientras dormías me doy cuenta de que grande es este amor que siento por tí, de cuantos sueños tengo para tí...de que gran milagro eres en nuestras vidas.
Mientras dormías tu mami re-escribía su vida, veía como se transformaba su relación con Dios, lloraba y se controlaba el deseo de tomarte en brazos una vez más y sentir el calor de tu cuerpecito rechoncho contra su pecho, de absorber una vez más tu aroma y admirar de cerca la perfección de un milagro...ese milagro que eres tu Francesca Marie. Has valido cada lágrima, cada gramo de esfuerzo, cada noche en vela, cada exámen médico...y ahora duermes allí, esbozando aquella sonrisa sólo para mí a las 3 am y es el mejor regalo de navidad que pueda tener.
Todo eso y más me lo has dado tu mientras dormías...
Comentarios
Dios te la bendiga siempre.
que linda la bebe!!!