Por primera vez ayer llegué a recoger a mi hija un poco tarde y la encontré dormida ya. Su respirar pausado, su ropita para dormir ya puesta, su carita serena...y sus ojitos cerrados. Se me partió el corazón...de repente me dí cuenta que la había dejado a las siete de la mañana y que se había ido a dormir sin volver a ver a su mami otra vez. En ese momento me cuestioné tantas cosas, me recordaría?, sabrá ella que la amo más que a nada en el mundo aunque tenga que dejarla todo el día?, y ella...aprenderá a quererme tanto como yo a ella?.
Tengo que admitir que me sentí tan culpable. Culpable por tener que trabajar, por privarla de mi presencia, por ese reporte que tenía que "irse ayer", por estar lejos de ella cuando debería estar cerca. Me doy cuenta, por supuesto, que no es mi elección, que las condiciones del mundo moderno exigen en la mayor parte de los casos que las mujeres nos lanzemos al mundo laboral, dejando de un lado nuestra responsabilidad como madres. Responsabilidad que, en la mayoría de los casos, es suplementada por abuelos, maternales, colegios...entre otros.
Mientras me contaban que la nena se había bebido 6 onzas de fórmula en cada toma y que había dormido solo dos veces en el día, yo me encargaba de anotar en mi diario materno, todos aquellos detalles que en algún momento me preguntaría el pediatra, al mismo tiempo comparaba esos datos con los que había leído por internet y trataba de contener las lágrimas al comprobar que de a poco me convertía en más una expectadora que una participadora activa de la vida de mi hija.
Trabajo desde los 16 años, recuerdo que mi padre tuvo que ir a firmar la autorización para que me dejaran trabajar en aquella sala de tareas. Nunca he cuestionado mi decisión de ingresar a la universidad, hacer una carrera y desarrollarme profesionalmente. Me encanta mi trabajo, no solo el ambiente y las personas que allí trabajan, sino también el aporte que hago, desde mi posición, a la empresa para la cual laboro y a la sociedad misma. Estoy orgullosa de mis logros en este aspecto y disfruto ir a desempeñar mi trabajo cada mañana. Sin embargo, cuando te conviertes en madre cambian tantas cosas...y una de ellas es ese esperado regreso a casa cada día.
Disfruto ver a mi hija despierta cuando llego del trabajo. Me gusta ver como se ilumina su carita y sonríe cuando me ve. Verla mover sus piernitas y arquear su espalda para que yo la cargue, sentirla como entierra su rostro en mi cuello como diciendo "mami ya estas aquí". Se me derrite el corazón cuando escucho sus carcajadas con cualquier monería de esas que le hacemos su papá o yo. Es todo un espectáculo ver como trata de decirnos tantas cosas, me imagino que quisiera contarme lo que hizo en el día, sus ojitos lo dicen todo...sus brazitos alrededor de mi cuello y sus manitas agarrando firmemente mi cadena como quien dice "ahora si no te me vas".
Sin embargo, ayer fue diferente...ya estaba durmiendo y sentí que me perdí algo tan importante...peor aún que ella se lo había perdido, que talvez se durmió pensando porque papi y mami no habían llegado. Pero,como explicarle?, como hacerle entender que estaba bien, que aunque no estaban, papi y mami querían estar allí? que aunque doloroso todo lo hacían por el bien de ella?.
Tomé su cuerpecito dormido en mis brazos, aspiré su aroma y la puse contra mi pecho, escuché atenta su respiración pausada, la vi esbozar una sonrisa dormida cuando mi pelo rozó su nariz, como si supiera...como si aún dormida supiera que su mami estaba allí. Me percaté de cuanto había crecido, de lo lindo que le queda ese monito color naranja que le compré para dormir.
Anoche no me pude resistir...tiré al safacón del olvido los consejos, el método de Tracy Hogg, el "sentido común"...todo lo tiré fuera y sin importar si la consentía, si la hechaba a perder o no...la acuné contra mi pecho, la dejé dormir allí aunque me dolieran los brazos, aun sin quitarme la ropa del trabajo. Le susurré al oído cuanto la amo, que mamí trataría de llegar temprano todos los dias, que esperaba que su día haya sido bueno...
Cuando tuve que ponerla en su cuna, pude ver con satisfacción como su manita regordeta se aferraba a mi cadena, como sus brazitos apretaban mi cuello...no me había olvidado después de todo...talvez...algún día ella logre comprender y yo logré aprender a aceptar.
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Me encanta leerte, ver reflejados esos sentimientos tan puros, que solo una personita asi puede provocarnos.
Un abrazo